Ritmo Delta by Daniel Sada

Ritmo Delta by Daniel Sada

autor:Daniel Sada [Sada, Daniel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Sátira
editor: ePubLibre
publicado: 2005-03-03T00:00:00+00:00


35

Se llevó El sueño bajo el brazo aquel transportador hacia un derrotero medio previsible. Promesa de que el libro sería leído en una semana. Doscientas setenta páginas de apretada prosa. Nervios, acá, de quien se quedó todavía haciéndose pato con un café bebido a la mitad a puros sorbitos… El quedado pagaría. Pequeña inversión por el favor. Sin embargo, todo apuntaba hacia un viso negativo.

La mejor noticia sería que El sueño fuese objeto de una ardua corrección, sólo que ¿quién la haría? Cierto que hubo muchos escarceos. Justino leyó al azar dos o tres fragmentos mientras cafeteaba y no aventuró ningún comentario comprometedor, salvo cuando dijo: Parece que el libro es rico en ideas. Lo que no era un halago, tampoco una deficiencia. Sí una impresión vaga que en una semana haría tierra. Ideas —⁠aunque⁠— ¿conexas? Roberto cafeteó mucho más: de ahí hasta la medianoche; podía haberse seguido hasta el amanecer, pero poco antes de las doce un mesero le dijo que ya estaban por cerrar. Dibujos a la barata en un mantel desechable (mientras tanto): dislocados garigoles sin objeto, o por saturación tantas rayas encontradas traducían… ¿algún ritmo?, ¿bajo aquellos focos… otra percepción? Cuando Roberto abandonó La Revancha estaba chispeando en la calle. Llegó, eso sí, sabrosamente mojado a su coche. Agua providente o agua macabra —⁠¿sería?⁠— apelmazando, útil para percibir un augurio tácito: No le gustará, no le gustará, lo creo difícil, pero qué tal si le resulta maravilloso. Goteaban ya afuera (por decir) dudas y certezas, en concreto resbalaban sobre el parabrisas unas y otras como para intensificar más y más ambigüedades. Roberto conducía despacio, guiado por una sospecha que conforme el avance se ensanchaba, luego se apretaba. Lo que sí que no pudo dormir aquella vez… Tanto cafe ¿verdad?… Obnubilado, al amanecer, no esperó la llegada de Patricia, sino que salió de nuevo rumbo a La Revancha, como si allí quisiera completar un periplo de ideas descocadas… más cafes de todo tipo, hasta una vainilla francesa ingirió, y bocados: sólo galletitas curras, de esas polvorientitas, las más con pupa de mermelada: cosa halagüeña, risueña, a bien de aminorar las atrocidades de su alma. Afuera seguía lloviznando, así pasó durante toda esa noche, y seguía tal terquedad: clima mañanero algo novedoso, invitador al recogimiento ¿casi? En tal estado de mediana duermevela Roberto no sabía si lo que hacía le estaba favoreciendo… más o menos, pero… Lo presentido… La pila de manuscritos sobre su escritorio; el abordaje ¿hoy?, ¿mañana?, ¿la próxima semana? Dilatación. Abulia. Téngase que la gente del café, sobre todo el cajero, lo miraba con (digamos) espina y escama, máxime que seguía dibujando garigoles en —⁠¡claro!⁠— otro nuevo mantel desechable. A diferencia de ayer ahora dibujaba mapas apócrifos: islas y continentes, algún país y algún punto (tierra adentro) como capital. Eso lo vio el mesero, el mismo de anoche: ¡trabajador de dos turnos!, por ende. Raro personaje inofensivo el cliente enchamarrado, que acaso de ahí en adelante vendría a diario… Bueno, como a eso de las once, enchamarrado (¿y qué?) llegó a su oficina.



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